San Alberto Magno, obispo y doctor

Breve historia

 

Alberto nació en Lauingen junto al Danubio, diócesis de Augsburgo (Baviera) alrededor del 1206 en la familia Ingollstadt, siendo su padre un caballero al servicio de Federico II. Vino a Italia para estudiar, primero en Bolonia, después en Venecia y finalmente en Padua, donde conoció al beato Jordán y de él recibió el hábito de la Orden, con la oposición de su familia, hacia el año 1223. Volvió a Aleinania y en 1228 ya enseña en Colonia. Más tarde enseña en Hlildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y París en 1244, donde tuvo su más aventajado discípulo, Tomás de Aquino.

A los estudiantes llegados a París de tierras extranjeras fray Alberto les explicó con espíritu universal una nueva ciencia: la física aristotélica según la interpretación de autores judíos y árabes. En 1248 regentó el estudio general de Colonia, recientemente instituido y allí también lo siguió Tomás. Después de haber desempeñado diversos oficios fue elegido provincial de Teutonia (1254-1257). En 1256 vino a Roma donde juntamente con el franciscano san Buenaventura defendió el derecho de las Ordenes mendicantes contra los ataques de Guillermo de Saint-Amour y otros a enseñar en las universidades. 

En 1260, y a pesar de su oposición y la del Maestro de la Orden Humberto de Romans, fue consagrado obispo de Ratisbona, pero después de dos años, organizada la diócesis y añorando la vida conventual, renunció al cargo. Urbano IV accede a precio de dedicarlo a la predicación de la cruzada en los países de lengua alemana (1263-1264). Dedicado de nuevo a la enseñanza y estudio viajó a Wurzburgo, Estrasburgo, Lyon —donde participa en el concilio del 1274— y probablemente a París, para terminar en Colonia donde muere el 15 de noviembre de 1280. Su cuerpo se venera en la iglesia del convento dominicano de S. Andrés. Ya en 1459 Pío II enumeró a Alberto entre los santos doctores de la Iglesia. Fue beatificado por Gregorio XV en 1622 y canonizado por Pío XI el 16 de diciembre de 1931. Pío XII en 1941 lo declaró patrono de los que se dedican a las ciencias naturales.

Brilló en sumo grado por sus escritos y enseñanza y resplandeció aún más por la integridad de vida y por su celo pastoral. También se distinguió por su extraordinaria piedad hacia el sacramento de la Eucaristía y para con la Virgen Madre de Dios, la cual, según tradición, lo confortó para perseverar en el propósito de la vocación y el estudio. Dejó insignes obras de teología y de otras ciencias, mereciendo ser llamado « Magno » y « doctor universal. » Es la personificación más perfecta —junto con Tomás de Aquino— del ideal dominicano. Ataca el error previniéndolo y afrontándolo. Busca la síntesis de todos los conocimientos, incluidos los provenientes del paganismo. Busca la verdad en todas las ciencias humanas y divinas. Él creó con otros cuatro frailes la planificación de los estudios de la Orden. De él parte la corriente místico-agustiniana de su discípulo predilecto, Ulrico de Estrasburgo y la aristotélico-tomista de su discípulo Tomás de Aquino.

 

Liturgia de las Horas

Del Común de Pastores o de Doctores.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos a Dios, fuente de la ciencia y de la fortaleza.
O, especialmente con canto: ant. Adoremos al Señor, fuente de la sabiduría, * Que enseñó a Alberto el camino de la sabiduría.

Oficio de lectura

Himno
Alberto doctor insigne,
luz clara para la Iglesia,
de Tomás sabio maestro
recibe tú nuestro himno.

Los fieles hoy te proclaman
ser lámpara de la Iglesia,
de caridad llama viva,
de la verdad mensajero.

Enseña a todos los fieles
a despreciar lo caduco,
eleva todas las mentes
a los gozos celestiales.

A tus hermanos asiste
desde el cielo donde moras;
libra de encrespadas olas
a la nave de san Pedro.

A ti, Cristo, Rey piadoso,
cantemos siempre victoria,
al Espíritu y al Padre
un cantico de alabanza. Amén,

Salmodia
Ant. 1 La bienaventurada Virgen María le dijo: Hijo, huye del mundo y abraza la disciplina de los frailes Predicadores.
O bien, especialmente con canto: ant. El Señor le dio una sabiduría y una prudencia extraordinarias y una anchura de corazón como las playas del mar.
Los salmos del Común de pastores.
Ant. 2 En todas las obras vio la magnificencia admirable de la mano de Dios.
O bien, especialmente con canto: ant. Todos los pueblos proclamarán su sabiduría y la asamblea pregonará su alabanza. 
Ant. 3 Expresó con profundos sentimientos y sentencias la verdad en la caridad.
O bien, especialmente con canto: ant. Lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre roca firme. 

V. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante,
R. Si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.

Primera lectura
Del libro de la Sabiduría                                                                                            7, 7 14, 17-21

Tuve en nada la riqueza en comparación de la sabiduría

Supliqué, y se me concedió la prudencia, invoqué, y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena, y junto a ella la plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y la belleza, me propuse tenerla por luz porque su resplandor no tiene ocaso.

Todos los bienes juntos me vinieron con ella, había en sus manos riquezas incontables. Yo de todas gocé, porque la sabiduría las trae, aunque yo no sabía que ella las engendra a todas. Aprendí sin malicia, reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.

Él me dio la ciencia verdadera de las cosas, y el conocer la constitución del universo y la fuerza de los elementos; el principio, y el fin y el medio de los tiempos, las alternancias de los solsticios y los cambios de las estaciones; el ciclo de los años y la posición de las estrellas; la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras; la fuerza de los vientos y los razonamientos de los hombres; las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces; todo lo oculto y lo manifiesto lo conocía, porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.

Responsorio                                                                                                                     Sb 7, 17-21
R. Me dio la ciencia para conocer la constitución del universo y la fuerza de los elementos, la naturaleza de los animales y la fuerza de los vientos, las variedades de plantas y las virtudes de las raíces. * La sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.
V. Todo lo oculto y lo manifiesto lo conocí. * La sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó.

Segunda lectura
Del Tratado sobre la forma de orar atribuido a san Alberto Magno, obispo.

(Ed. Wimmer, Ratisbonae 1902, pp. 53)

De la preparación del que ora

Adviértase que nos debemos preparar para la oración. Esta preparación es doble: remota y próxima.

La remota se divide a su vez en interior y exterior. Y la interior es de tres maneras. La primera es la purificación de la conciencia: si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de Él. (1 Jn 3, 21-22) La segunda es la humillación de la mente, porque el Señor se vuelve a las súplicas de los indefensos, y no desprecia sus peticiones. (Sal 101, 18) La tercera es el perdón de las injurias. Cuando queráis poneros en oración perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas. (Mt 6, 15)

La preparación exterior es también de tres maneras: la primera de las cuales es el cumplimiento de los mandamientos de Dios, porque como dice Isidoro, si hacemos lo que Dios tiene mandado alcanzaremos sin duda lo que pedimos. La segunda es la reconciliación con el hermano ofendido: si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. (Mt 5, 23-24) La tercera es que vaya acompañada del ayuno y la limosna pues en ellas se apoya la oración; pues dice Isaías: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo. Entonces clamarás al Señor y te responderá. (Is 58, 7-9)

La preparación próxima es también de dos maneras: interior y exterior. La interior es de tres modos. El primero, el recogimiento del corazón: cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido. (Mt 6, 6) Entrar en el cuarto es reconcentrase en sí mismo y el cerrar la puerta es retener dentro el corazón. Llamar a sí el corazón es recoger en su interior los pensamientos y afectos que andan desparramados por fuera.

La segunda es la aplicación de la intención al Señor. Oramos, pues, verdaderamente cuando no pensamos en otra cosa. Así que primero hay que purificar el alma y apartarla de los pensamientos de las cosas temporales para que la limpia mirada del corazón se dirija al Señor con toda verdad y sencillez. Ha de alejarse todo pensamiento carnal y mundano y que el alma sólo piense en lo que constituye su oración. Por eso el sacerdote prepara los corazones de los hermanos en la invocación con que comienza el prefacio, diciendo: «Levantemos el corazón» , y ellos responden: «Lo tenemos levantado hacia el Señor», para cerrar el pecho al adversario y abrirlo sólo a Dios, de suerte que no haya una cosa en el corazón y otra en la voz.

¿Cómo pretendes ser escuchado por Dios si no te oyes a ti? ¡Quieres que Dios se acuerde de ti cuando tú mismo no lo haces! Esto es ofender a la majestad de Dios con la negligencia en la oración; esto es tener los ojos despiertos y el corazón dormido, siendo así que el cristiano, aún mientras duerme, debe tener despierto el corazón. (Ct 5, 2) El tercer modo es excitar devotos afectos para con Dios, lo cual se consigue sobre todo meditando acerca de nuestra miseria y sobre la bondad o misericordia de Dios. Aprendamos en la consideración de nuestra miseria qué necesitamos pedir y en la consideración de la misericordia de Dios cómo debe ser nuestro deseo al pedir.

La preparación exterior consiste en tres cosas: en la postura, en el vestido y en los gestos. En cuanto a la manera de estar puede ser de pie, sentado o acostado. Si se trata de la oración pública había de guardarse la norma establecida por la Iglesia o por nuestros mayores. Acerca del vestido téngase en cuenta que el apropiado para el que ora es un vestido humilde y pobre. A los gestos pertenece arrodillarse, extender las manos, darse golpes de pecho, levantar o bajar los ojos y el rostro, cerrar los labios o proferir palabras, derramar lágrimas, exhalar gemidos o suspiros y cosas semejantes.

Responsorio                                                                                                                Sal 60, 2-3, 6
R. Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; * Te invoco desde el confín de la tierra.
V. Porque tú, oh Dios, escucharás mis votos y me darás la heredad de los que veneran tu nombre. * Te invoco desde el confín de la tierra.

Otra:
De los Comentarios al evangelio de Mateo de san Alberto Magno, obispo

(Opera omnia, vol. 20, ed. Borgnet, Parisiis 1893, pp. 247-249)

Esculpió en nosotros la impronta de su naturaleza.

Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. (Sal 15, 6) Dijo el Señor a Aarón: … Yo soy tu porción y tu heredad entre los israelitas. (Nm 18, 20) Sara, la mujer de mi señor, envejecida ya, dio a luz un hijo a mi señor, que le ha cedido todo cuanto posee. (Gn 24, 36)

Sara, que significa princesa, simboliza la Iglesia: el Hijo del gozo eterno, flor y heredero, es aquél a quien por medio de la Iglesia Dios Padre engendra por gracia en la tardía edad de los últimos tiempos. A él le ha dado también en herencia todas las cosas que ya había poseído, porque dándose a sí mismo, dona todas las cosas que son suyas. Dios no tiene reparo en llamarse su Dios. (Hb 11, 16) El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. (Lm 3, 24)

Estos son, pues, los indicios del acto de paternidad en aquellos a quienes el Padre sumo engendra por gracia.

Por propia iniciativa, con Palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas, (St 1, 18) pues con ello esculpió en nosotros la impronta de su naturaleza y, por consiguiente , su conocimiento. Efectivamente, todo cuanto conocemos, lo conocemos por su impronta y su conocimiento, que él mismo produce en nuestras almas. 

Por el conocimiento viene la fe que nos abre los ojos hacia el Padre; de la unión brota la caridad, que fija la mirada en el Padre; del amor que él nos tiene nace la esperanza que nos hace levantar los ojos hacia él para pedirle cosas sublimes: pues no podemos contentarnos con cosas pequeñas cuando esperamos en la ternura del Padre. Por esto, justamente, lo llamamos: «Padre».

Y no puede por menos de ser dulce y familiar la oración que se inicia por quien es el familiar por antonomasia. Por lo cual en lo expuesto anteriormente se dice que está con nosotros y que nos ve en lo oculto porque es familiar y amable; pues de otro modo no tendríamos acceso a él. (Ef 2, 18) Y por eso el Unigénito, por cuyo Espíritu somos adoptados, se dice que está en el seno del Padre. (Rm 8, 12; Jn 1, 18)

Responsorio                                                                                                                 Sal 70, 17-18
R. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas; ahora en la vejez y las canas, * No me abandones.
V. Hasta que describa tu brazo a la nueva generación. * No me abandones.

Te Deum
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Laudes

Himno
Ya la aurora el sol anuncia
poniendo en fuga la noche,
exhortando a los que cantan,
seguir de Alberto el camino.

Convertido ya en apóstol,
del cielo indica la senda,
que quien duerma se despierte
y goce en la luz de Cristo.

Pastor bueno del rebaño
lo defiende de ladrones,
lo salva, devuelve, venda
lo lleva a fuentes de vida.

Tu, de paz intermediario.
pide a Dios para los hombres,
que les dé la paz del cielo,
que ya tu, Alberto, alcanzaste.

Gloria infinita a Dios Padre
y su Unigénito Hijo
con el Espíritu santo”
siempre, por todos los siglos. Amén,

Salmodia
Ant. 1 Esta ciencia sagrada se adquiere más por la oración y la devoción que por el estudio.
Los salmos y el cántico del domingo de la semana primera. 
Ant. 2 Te bendecimos eternamente, a ti oh Dios, que nos vivificaste por la muerte de tu Hijo y nos alimentas con su cuerpo y sangre.
Ant. 3 Enséñame, Señor, a fijar mis raíces en el cielo y no en la tierra, para que mi fidelidad se manifieste no en el follaje de las palabras, sino más bien en los frutos de las buenas obras.

Lectura breve                                                                                                     Jb 38, 4-7; 42, 1-2
¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dímelo, si es que sabes tanto. ¿Quién señaló sus dimensiones –si lo sabes– o quién aplicó la cinta de medir? ¿Dónde encaja su basamento o quién asentó su pie dra angular entre la aclamación unánime de los astros de la mañana y los vítores de los ángeles? Job respondió al Señor: Reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti. 

Responsorio                              
V. El Señor condujo al justo * Por sendas llanas.
R. El Señor condujo al justo * Por sendas llanas.
V. Y le mostró el reino de Dios.
R. Por sendas llanas.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor condujo al justo * Por sendas llanas.

Benedictus
Ant. Presta, hijo mío, atención a la sabiduría, inclina tu oído a las palabras de mi boca, porque el Señor cimentó la tierra con sabiduría y afirmó el cielo con inteligencia.
O bien, especialmente con canto: ant. Alberto glorificó al Señor con la austeridad de vida, el fervor de su oración, su amor a los hombres y su rica doctrina.

Preces
Demos gloria a Cristo que para edificación de la Iglesia y honor de la Orden hizo grande a san Alberto por sus méritos y los dones de su sabiduría y supliquemos con fervor:

Aumenta, Señor, tu sabiduría en nosotros.

Asiste, Señor, a los pastores de tu Iglesia y vicarios de tu amor,
— concédeles una fe firme, una esperanza viva y una caridad solícita.

Tú que a primera hora de la mañana enviaste a Alberto a trabajar en tu viña por la recompensa de la vida eterna,
— guárdanos, para que permanezcamos fieles en tu servicio y recibamos la misma paga.

Tú que nos diste providencialmente tan gran maestro para enseñarnos el camino de tu verdad,
— haz que seamos partícipes de su fervor y conformes a tu verdad.

Tú que quisiste que los hombres investiguen con su talento los secretos de la naturaleza para el gobierno del mundo,
— haz que las ciencias y las artes se ordenen a tu gloria y a la felicidad de todos.

Que nuestros jóvenes se esfuercen con deseo ardiente por llegar a ti,
— y que, a imitación del bienaventurado Alberto, respondan generosamente a tu llamada.

Tú que nos has llamado para ser predicadores del Evangelio de la salvación,
— concédenos aprender que esta sagrada ciencia se adquiere por la oración y la devoción más que por el estudio.

[Alabemos de nuevo a Dios y supliquémoslo con las palabras del mismo Cristo:]
Padre nuestro.

Oración
Oh Dios, que has hecho insigne al bienaventurado obispo Alberto Magno porque supo conciliar de modo admirable la ciencia divina con la sabiduría humana; concédenos aceptar de tal forma su magisterio que, mediante el progreso de las ciencias, llegue mos a conocerte y a amarte mejor. Por nuestro Se ñor Jesucristo.

Hora media

Las antífonas y los salmos del día de la semana.

Sexta

Lectura breve                                                                                                                        Sb 13, 1
Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al Artífice fijándose en sus obras.

V. El Señor hace caminar a los humildes con rectitud.
R. Enseña su camino a los humildes.

La oración como en Laudes.

Vísperas

Himno
Celebremos con himnos piadosos,
la fama universal de san Alberto,
a este santo y doctor del orbe entero,
Grande lo aclama.

El fue hijo preclaro de Domingo,
llevó áspera vida y sin mancilla,
la Palabra de Dios enseña a todos,
con elocuencia.

Disipó las tinieblas de las almas
con la radiante luz de su doctrina
cual pastor bueno lleva a su rebaño
a pastos sanos

Exalt6 siempre a Cristo Eucaristía,
con fe enamorada y adorante;
con fervor grande venero a María;
la paz amaba.

Honor a ti, oh Rey de reyes,
igual honor, poder y fuerza al Padre
de ambos procede,
y al Espíritu, que eterna gloria. Amén.

Salmodia
Ant. 1 Alberto, ministro diligente y heraldo de Dios, afianzó la paz de Cristo por todas partes.
Los salmos y el cántico del Común de pastores.
Ant. 2 Oh Señor, me contrataste al amanecer para trabajar en tu viña por la paga de la vida eterna. 
Ant. 3 Concédeme, Señor, que sea yo templo de predicación y casa de oración y de alabanza tuya por siempre. 

Lectura breve                                                                                                                 Rm 12, 4-8
Pues, así como nuestro cuerpo, en su unión, posee muchos miembros y no desempeñan todos los miembros la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado.

Responsorio breve                                                                                                             Si 39, 10
V. Los pueblos contarán * Su sabiduría.
R. Los pueblos contarán * Su sabiduría.
V. La asamblea anunciará su alabanza.
R. Su sabiduría.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los pueblos contarán * Su sabiduría.

Benedictus
Ant. Os daré pastores conforme a mi corazón, que os apacienten con ciencia y experiencia.
O bien, especialmente con canto: ant. Oh Dios, Señor de la sabiduría, te alabamos y te bendecimos con todo el corazón y con nuestro canto, porque suscitaste un gran doctor de entre nuestros padres.

Preces
Demos gracias a Dios Padre porque en san Alberto nos mostró el camino de su sabiduría y reguémoslo con insistencia:

Haz que sigamos con perfección tus caminos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para que con la ayuda y el ejemplo de san Alberto Magno hagas que progrese felizmente,
— y la perfecciones continuamente por la caridad.

Muéstranos la bondad que has comunicado a todas las criaturas,
— para que guiados por tan excelente maestro contemplemos tu gloria en todas partes.

Que el ejemplo de san Alberto sirva de estímulo a los que se dedican a las ciencias y a los jóvenes principiantes,
— para que reciban la luz de tu divina sabiduría.

Tú que con tu sabiduría hiciste a este santo obispo fiel ministro en el gobierno temporal,
— ilumina a los gobernantes para que, inspirándose en tus leyes, gobiernen en todo con probidad y equidad.

Concede a nuestra Orden que progrese con ánimo esforzado,
— y a nosotros haznos concordes en la verdad de tu Palabra y siempre fervorosos en tu amor.

Otorga la luz de tu rostro a los difuntos y haz que también nosotros seamos felices contemplándolo,
— con la bienaventurada Virgen María y con todos los santos.

[Concluyamos nuestra plegaria a Dios Padre de las luces de quien viene todo don perfecto con las palabras del mismo Cristo:]
Padre nuestro.

La oración como en Laudes.

Bendición final
Dios, fuente y origen de toda sabiduría, que hizo grande a san Alberto en su investigación, os conceda la gracia, derrame sobre vosotros su generosa bendición y os comunique con largueza idéntica sabiduría.
R. Amén.

O bien:
El Dios y Señor de la sabiduría, que enriqueció con el don de la sabiduría a san Alberto, entregado a la oración y al estudio, os ilumine con su luz y os colme de bendiciones.
R. Amén.

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