Quinto día
Por la señal de la santa Cruz †, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición:
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
Oración inicial:
Dios todopoderoso y clemente, que infundiste en tu Iglesia el Espíritu de Sabiduría, e inspiraste a muchos ir en buscar de la Verdad, que es tu Palabra, te damos gracias por suscitar a Santo Domingo de Guzmán como padre de gran número de fieles contemplativos y pregoneros de tu Evangelio.
Tú, viendo la gravedad de nuestros pecados y el andar vacilante de nuestras almas, enviaste a tu Hijo Jesucristo al mundo, y con su preciosísima sangre, nos libró de la condena del pecado y del dominio de la muerte, venciendo al príncipe de las tinieblas. Concédenos, Señor de toda bondad, ser absueltos de nuestras culpas con un corazón contrito y humillado, y, por intercesión de tu servidor Santo Domingo, ser firmes y constantes en el camino que conduce a tu santa morada, junto a María Virgen y todos tus santos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Del Beato Jordán de Sajonia:
“Entonces juntóse al obispo fray Domingo para ir al concilio de Letrán y pedir en común al Papa Inocencio que confirmase para fray Domingo y sus compañeros una Orden que se llamase y fuese de “Predicadores”, e igualmente que ratificase los réditos asignados a los frailes por el obispo y por el conde. Escuchada su solicitud, el Jerarca de la Sede romana exhortó a fray Domingo a que volviese a sus frailes y que, con su consentimiento unánime, previa una madura deliberación, eligiesen una Regla de las ya aprobadas y el obispo les asignase una iglesia; después de lo cual volvería al Papa a recibir confirmación de todo. Regresando, una vez celebrado el concilio, y habiendo comunicado a los frailes la resolución del Sumo Pontífice, eligieron los futuros Predicadores la Regla del egregio predicador San Agustín […]
En el entretanto, el Papa Inocencio acabó sus días, y le sucedió Honorio, a quien visitó en seguida fray Domingo, obteniendo de él la confirmación de la Orden, con todas las cosas que pretendía, plena y absolutamente, según se había proyectado y organizado de antemano”
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; XXV y XXVIII)
Reflexión de San Luis María Grignion de Montfort:
“Ustedes son miembros de Jesucristo (1Cor 6,15; 12,27; Ef 5,20). ¡Qué honor tan grande! Pero también, ¡qué necesidad tan imperiosa de padecer implica el serlo! Si la Cabeza está coronada de espinas (Mc 14,65; Jn 18,22; 19,3), ¿podrán los miembros coronarse de rosas? Si la Cabeza es escarnecida (Mt 8,20; Lc 9,58), ¿querrán los miembros vivir entre los perfumes y las comodidades de un trono de gloria? Si la Cabeza no tiene donde reclinarse, ¿desearán los miembros descansar entre plumas y edredones? ¡Cosa monstruosa sería! […]
Ustedes saben que son templo vivo del Espíritu Santo (Gál 2,20) y que este Dios de amor quiere colocarlos como piedras vivas (1Pe 2,5) en la construcción de la Jerusalén celestial (Apoc 21,2.10). Dispónganse, pues, a ser labrados, cortados a la medida, cincelados por el martillo de la cruz. De lo contrario, seguirán siendo como piedras toscas e inservibles que hay que descartar y apartar de la construcción. ¡Cuidado con poner resistencia al martillo que los golpea! ¡Cuidado con resistir al cincel que los labra o a la mano que los pule! ¡Quizás Dios, como hábil y amoroso arquitecto quiere convertirlos en una de esas piedras fundamentales en su edificio eterno, en uno de los retablos más hermosos de su reino celestial! ¡Déjenle actuar! Él les ama a ustedes, sabe lo que les hace falta y es artista consumado. Todos sus golpes son acertados y amorosos. No da golpe alguno en falso, si ustedes no lo inutilizan con su falta de paciencia”.
(Carta a los Amigos de la Cruz; 27-28)
Propósito de oración del día:
Oremos por la Santa Iglesia Católica, extendida hasta los confines de la tierra, para que sea siempre fiel a la voluntad de su Esposo, y se vea tanto preservada como victoriosa ante los ataques de sus enemigos y las asechanzas del demonio. Oremos también por el Sumo Pontífice, para que el Señor lo proteja en todo momento, en espíritu y cuerpo; le de fortaleza para, defendiendo la fe, predicar con vigor y esperanza a todos los hombres y mujeres fieles a la Sede Petrina.
En un momento de silencio, puede agregar una intención particular.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Antífona a Santo Domingo:
V. Oh maravillosa esperanza para aquellos que lloraron por ti en la hora de tu muerte, prometiendo después de tu partida ser útiles a tus hermanos:
R. Cumple, oh padre, lo que has dicho, y ayúdanos con tus oraciones.
V. ¡Oh tú que brillaste ilustre por tantos milagros, forjado sobre los cuerpos de los enfermos!
R. Cumple, oh padre, lo que has dicho, y ayúdanos con tus oraciones.
V. Ruega por nosotros, ¡Oh Padre Santo Domingo!:
R. Para que seamos hechos dignos de las promesas de Cristo
Oración del Jubileo:
Oh Dios,
nuestro Creador, Redentor y Paráclito,
unidos en oración, te presentamos nuestra alabanza,
nuestra bendición y nuestra predicación.
Hace ochocientos años,
llamaste a santo Domingo
a entrar en la vida eterna
y a reunirse contigo en la mesa del cielo.
En la celebración de este Jubileo,
aliméntanos y llénanos de tu gracia
para que podamos realizar nuestra misión
de predicar el Evangelio para la salvación de las almas.
Ayúdanos a nutrir a tu pueblo
con tu Verdad, tu Misericordia y tu Amor,
hasta aquel día prometido
en que nos reunirás a todos, junto a los bienaventurados.
Te lo pedimos como Familia Dominicana,
por la intercesión de María,
en el nombre de Jesús.
Amén.
Una respuesta
Thanks.