Primer día
Por la señal de la santa Cruz †, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición:
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
Oración inicial:
Dios todopoderoso y clemente, que infundiste en tu Iglesia el Espíritu de Sabiduría, e inspiraste a muchos ir en buscar de la Verdad, que es tu Palabra, te damos gracias por suscitar a Santo Domingo de Guzmán como padre de gran número de fieles contemplativos y pregoneros de tu Evangelio.
Tú, viendo la gravedad de nuestros pecados y el andar vacilante de nuestras almas, enviaste a tu Hijo Jesucristo al mundo, y con su preciosísima sangre, nos libró de la condena del pecado y del dominio de la muerte, venciendo al príncipe de las tinieblas. Concédenos, Señor de toda bondad, ser absueltos de nuestras culpas con un corazón contrito y humillado, y, por intercesión de tu servidor Santo Domingo, ser firmes y constantes en el camino que conduce a tu santa morada, junto a María Virgen y todos tus santos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Del Beato Jordán de Sajonia:
“Siendo estudiante en Palencia, hubo gran hambre en casi toda España. Conmovido a causa de ello por la necesidad de los pobres y abrasado de afecto compasivo, resolvióse a seguir los consejos divinos, aliviando, en la medida de sus fuerzas, la miseria de los que estaban en peligro de perecer. Vendiendo los libros, aun los más necesarios, con todo su ajuar estudiantil, reunió una considerable suma, que repartió entre los pobres.
Ese ejemplo de magnanimidad y liberalidad movió de tal manera los corazones de sus condiscípulos y maestros que, sacudiendo su descuido y ruindad, distribuyeron desde entonces copiosas limosnas”.
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; VI)
Reflexión de San Francisco de Asís:
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8). Son verdaderamente limpios de corazón quienes desprecian las cosas terrenas, buscan las celestiales y no dejan nunca de adorar y ver, con corazón y alma limpios, al Señor Dios vivo y verdadero.
Bienaventurado aquel siervo (Mt 24,46) que no se exalta más del bien que el Señor dice y obra por medio de él, que del que dice y obra por medio de otro. Peca el hombre que quiere recibir de su prójimo más de lo que él no quiere dar de sí al Señor Dios.
Bienaventurado el hombre que soporta a su prójimo según su fragilidad en aquello en que querría ser soportado por él, si estuviera en un caso semejante (Gál 6,2; Mt 7,12).
Bienaventurado el siervo que devuelve todos los bienes al Señor Dios, porque quien retiene algo para sí, esconde en sí el dinero de su Señor Dios (Mt 25,18), y lo que creía tener se le quitará (Lc 8,18).
Bienaventurado el siervo que no se tiene por mejor cuando es engrandecido y exaltado por los hombres, que cuando es tenido por vil, simple y despreciado, porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más. ¡Ay de aquel religioso que ha sido puesto en lo alto por los otros, y por su voluntad no quiere descender! Y bienaventurado aquel siervo (Mt 24,46) que no es puesto en lo alto por su voluntad, y siempre desea estar bajo los pies de los otros”.
(Admoniciones, XVI-XIX)
Propósito de oración del día:
Oremos al Señor por todos aquellos que padecen graves dolencias y enfermedades terminales; por los que se encuentran desahuciados y abandonados por falta de recursos, para que Jesús sea su salud en cuerpo y alma; danos caridad para ayudarlos en la medida de nuestras posibilidades, pues son imagen de Cristo sufriente. Recemos por los pobres, por aquellos que no tienen alimento ni techo, y se encuentran solos ante la extenuante cultura del consumismo; que podamos ser generosos y solidarios con los más necesitados, pues son Tú reflejo, ya que has venido al mundo naciendo pobre en un pesebre en medio de los sencillos. Te pedimos por todos nuestros hermanos que son víctimas de las guerras; ve en su auxilio, amantísimo Jesús, pues claman con dolor y llanto tu santo nombre; necesitan de tu paz.
En un momento de silencio, puede agregar una intención particular.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Antífona a Santo Domingo:
V. Oh maravillosa esperanza para aquellos que lloraron por ti en la hora de tu muerte, prometiendo después de tu partida ser útiles a tus hermanos:
R. Cumple, oh padre, lo que has dicho, y ayúdanos con tus oraciones.
V. ¡Oh tú que brillaste ilustre por tantos milagros, forjado sobre los cuerpos de los enfermos!
R. Cumple, oh padre, lo que has dicho, y ayúdanos con tus oraciones.
V. Ruega por nosotros, ¡Oh Padre Santo Domingo!:
R. Para que seamos hechos dignos de las promesas de Cristo
Oración del Jubileo:
Oh Dios,
nuestro Creador, Redentor y Paráclito,
unidos en oración, te presentamos nuestra alabanza,
nuestra bendición y nuestra predicación.
Hace ochocientos años,
llamaste a santo Domingo
a entrar en la vida eterna
y a reunirse contigo en la mesa del cielo.
En la celebración de este Jubileo,
aliméntanos y llénanos de tu gracia
para que podamos realizar nuestra misión
de predicar el Evangelio para la salvación de las almas.
Ayúdanos a nutrir a tu pueblo
con tu Verdad, tu Misericordia y tu Amor,
hasta aquel día prometido
en que nos reunirás a todos, junto a los bienaventurados.
Te lo pedimos como Familia Dominicana,
por la intercesión de María,
en el nombre de Jesús.
Amén.
Una respuesta
Thanks.