30 de agosto de 2020
Jr 20, 7-9 | Sal 62, 2.3-4.5-6.8-9| Rm 12, 1-2
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según Mateo 16, 21-27
Este tiempo, que se rige por figuras y símbolos que son señales de la eternidad, debiera elevarnos en espíritu y en afectos hacia Dios. Nuestra religión, que es “a la vez divina y humana, visible y dotada de elementos invisibles, ferviente en la acción y entregada a la contemplación, presente en el mundo y sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos” (Cf. Constitución sobre la Liturgia del Concilio Vaticano II, 2), está llena de “figuras de este tiempo”, pero no para gobernarnos por ellas sino para discernir en ellas la Providencia de Dios; por eso cuando nuestros juicios son solamente humanos sin “ordenarse y subordinarse” a Dios, entonces nos convertimos en “satanases”, porque no podemos entender ni aceptar que el plan de Dios tenga que pasar por alguna “Noche Oscura” antes de llegar a la Luz Divina.
Y así Pedro, que el pasado domingo fue llamado “Roca” al reconocer a Cristo como “hijo de Dios”, “no por la carne ni por la sangre” si no por un soplo divino, hoy es llamado “Satanás” por no reconocer a Cristo Hijo de Dios en su Pasión y su Cruz, guiado Pedro por un instinto lógico humano y olvidado de “la lógica” de Dios.
La lógica de Dios es llevarnos por el mismo camino de Cristo: la Iglesia camina en medio de la noche, donde no vemos pero creemos: la Fe es oscura pero es segura; la Iglesia, mientras está en esta etapa del tiempo-temporal, debe aguzar su inteligencia, pensar y discernir de entre todas las palabras de nuestros pastores cuáles son de Dios y cuáles de Satanás: si Pedro fue llamado una vez “Roca” y luego “Satanás”, la una por hablar desde Dios y la otra por hablar desde lo humano, también ahora (y en toda su historia) nos encontramos en medio de esta encrucijada: hablar a lo divino o hablar a lo humano sin Dios. Por eso Martín Fierro, como buen padre, nos advierte: “Un padre que da consejos / más que padre es un amigo, /ansí como tal les digo / que vivan con precaución: /naides sabe en qué rincón / se oculta el que es su enemigo”.
Precaución: antes de actuar piensa, antes de obedecer piensa, porque tus acciones son de tu conciencia, y nadie puede (aunque quiera) reemplazarte en ella.
Fray Rafael María Rossi OP
Convento de Santo Domingo en Soriano | Mendoza