Quinto domingo de Cuaresma
03 de abril de 2022
Is 43,16-21 | Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6 | Flp 3,8-14
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 8,1-11
Queridos hermanos
Hoy la Palabra de Dios nos impulsa a dejar atrás lo antiguo de muestra vida, no sólo por medio del abandono de las acciones opuestas al proyecto de Dios, sino también con el olvido de lo pasado con la promesa de Dios que genera en nosotros «lo nuevo».
El profeta Isaías lo hace con la elocuencia de sus palabras: «No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas; yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?» (43,18-19). San Pablo aporta la eficacia de su experiencia en el combate para alcanzar la meta: «Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante» (Flp 3,13). El mismo Señor se lo impondrá a la mujer librada de la condena de aquellos hombres: «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante» (Jn 8,11). Por eso, el recorrido que nos queda en este tiempo de cuaresma debería ser para nosotros el de una disposición atenta a dejarnos transformar por la acción divina que «hace nuevas todas las cosas».
Pero si la disposición es ya una obra nuestra también lo será nuestra cooperación. Jesús lanzó a la mujer acusada de adulterio a emprender un nuevo camino donde la lucha estará centrada en no dejar que el pecado vuelva a apoderarse de su existencia. Ella queda absuelta y en disposición de marcharse pero con un horizonte: «no peques más». No obstante, en el episodio del Evangelio de hoy aquella mujer no es la única que recibe la fuerza de una vida renovada por el encuentro con el Señor. Los acusadores: los escribas y los fariseos, los que ponen trampas y engaños con falsos razonamientos llevan consigo una vida envuelta en el pasado, agarrada a una débil seguridad que ellos interpretan como fortaleza.
El gesto de Jesús inclinado y escribiendo en el suelo delata la culpa de los acusadores. Algunos Padres de la Iglesia vieron en esa actitud del Señor el cumplimiento de la profecía de Jeremías: «Todos los que te abandonan quedarán confundidos, los que se apartan de ti serán escritos en el polvo, porque han abandonado el manantial de agua viva» (17,13). Así, ante la «trampa» tendida por los escribas y los fariseos, Jesús la resuelve de manera insuperable, debe arrojar la primera piedra el que esté libre de pecados. Y como el orgullo no llegaba a tanto comenzaron retirándose los más ancianos. ¿Fueron los más grandes los que tenían mayor conciencia de su vida de pecado y, por ello, necesitada de reconciliación? ¿O más bien, tenían horror de involucrase en una acusación que se volviera sobre ellos mismos? Al parecer, el trasfondo era la prescripción del Deuteronomio que hacía responsables de la muerte del condenado a los testigos del hecho: «Los testigos serán los primeros en levantar la mano contra él para hacerlo morir, y después todo el pueblo hará lo mismo. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes» (17,7).
Al quedarse a solas con la mujer, Jesús ejerce el doble poderío de la justicia y la misericordia. Dice Santo Tomás de Aquino que realiza tres cosas con ella: la examina: «¿dónde están tus acusadores?»; la absuelve: al no condenarla, pues «no quiere la muerte del pecador»; y la amonesta: «no peques más». Así es como vemos realizada la obra de salvación en la naturaleza humana. «El Señor, al no amar la culpa, sin favorecer los pecados condenó la culpa misma, no la naturaleza, diciendo que no pecara más, para que así apareciera cuán dulce es el Señor mediante la mansedumbre y recto mediante la verdad» (Comentario al Evangelio según san Juan, cap. 8, lecc. 1).
En este camino hacia la Pascua el encuentro con la dulzura y rectitud de Jesús se convierte en la novedad que nos lanza hacia adelante, seguros de perseguir la meta del premio celestial, como dice San Pablo. Así como los nombres de los enemigos de Dios se escriben en la tierra, nuestra aspiración es la de ser elevados del barro de la muerte hacia la altura de la vida en Dios, al cielo prometido donde deseamos que nuestros nombres aparezcan señalados por el Salvador.
Fray Gustavo Sanches Gómez OP
Mar del Plata
Imagen: El perdón de la mujer adúltera | Autor: Marko Ivan Rupnik | Fecha: 2009 | Ubicación: Cripta de la iglesia inferior de San Pio de Pietrelcina (Italia).