Inmaculada Concepción

María es la gloria de la creación entera, la flor de todo el universo; por eso la quiere Dios al comienzo de sus caminos y en Ella se complace y reposa al término de sus obras. La Iglesia abre y cierra el año litúrgico entre la fiesta de la Inmaculada Concepción y la de la Asunción de la Santísima Virgen. María Santísima fue querida, dice la bula dogmática, con el mismo decreto que establecía la Encarnación del Verbo: Dios ha querido, antes que todas las creaturas, a María junto a Jesús.

La primera creación fue la luz: fiat lux; y la luz resplandece en las tinieblas del pecado universal con la Concepción de la Virgen, en el acto con que Ella surge del caos como una flor de los abismos.

«Más joven que el pecado, más joven que la raza de la cual ha nacido», decía poéticamente Bernanos de María en su Diario de un Cura rural… La Fiesta de la “Gracia» es la Fiesta de la Inmaculada. Hay una creatura que no puso ningún impedimento, ninguna barrera a las cataratas del amor divino regalo en la Gracia. Esa Creatura es la Inmaculada. Se dejó Amar plenamente por Dios por ello es la Madre del Amor Hermoso y la Madre del «Hágase», del Don y la Oblación total. Renovemos hoy la consagración a María que nuestros padres y la Iglesia realizó el día de nuestro Bautismo. La intercesión de María restaure toda la plenitud de la Hermosura Bautismal en nosotros.

A imagen del Padre celestial, que siente más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión (cf. Lc 15, 7), María no nos quiere menos que a su Hijo Jesús, y le costamos más amor y más penas. Debe amarnos más para arrancarnos del pecado.

Su origen inmaculado no la aleja de nosotros, como objetan algunos. Todo lo contrario. Porque no se comprende el pecado mediante el pecado, sino mediante el amor. Todo egoísmo disminuye en nosotros el amor y enfrenta a los pecadores los unos contra los otros. Para que María sea verdadera madre de Dios y madre de los hombres, Dios ha dilatado su corazón a medida del suyo sin medida. No podremos comprender adecuadamente el esplendor de este amor extenuado por los dolores de su compasión si no en Dios mismo, cuando estemos allí, identificados, en la revelación final.

Sólo podremos comprender el amor vertiginoso de María, ante nuestras pruebas, en la compasión, con la mirada y el Amor de Dios, más allá de este mundo.

Hoy es un día para entrar en el Gozo de la Santísima Trinidad que puede contemplar en el espejo de su creatura –María–, su pequeña criatura, el reflejo nítido de su Belleza y de su Amor en gratuidad. María es la estrella del alba que nos anuncia el Día de la redención, de la Paz y de la felicidad eterna. Ella es el Cielo que contiene a Jesús. Tierra y Cielo se besan en Ella. Por ello cantemos: ¡Regocíjate, llena de Gracia! María, el Señor está contigo, tu eres la Bendita entre todas las mujeres. De ti nació el Bendito para el mundo!

Fray Marco Antonio Foschiatti OP

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