Introito
A ti, Señor, elevo mi alma; Dios mío, yo pongo en ti mi confianza. Que no tenga que avergonzarme ni se rían de mí mis enemigos. Ninguno de los que esperan en ti tendrá que avergonzarse.
Sal 24, 1-3
La gozosa expectativa llena de una alegre confianza puesta en el Señor, manifestadas por las palabras del salmista, introducen al creyente en este tiempo en que el espíritu se dispone para celebrar al Dios hecho hombre, el Emmanuel anunciado. Las mismas palabras de la antífona de entrada para la Misa de este domingo nos marcan el principio y término del camino al cual debe orientarse la existencia del hombre: «A ti, Señor». Vamos al encuentro de Aquel que viene a nosotros «para que merezcamos estar en el Reino de los cielos junto a Él» (Oración Colecta).
Lecturas
Lectura del libro de Isaías 2, 1-5
Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén:
Sucederá al fin de los tiempos,
que la montaña de la Casa del Señor
será afianzada sobre la cumbre de las montañas
y se elevará por encima de las colinas.
Todas las naciones afluirán hacia ella
y acudirán pueblos numerosos, que dirán:
«¡Vengan, subamos a la montaña del Señor,
a la Casa del Dios de Jacob!
Él nos instruirá en sus caminos
y caminaremos por sus sendas».
Porque de Sión saldrá la Ley,
y de Jerusalén, la palabra del Señor.
Él será juez entre las naciones
y árbitro de pueblos numerosos.
Con sus espadas forjarán arados
y podaderas con sus lanzas.
No levantará la espada una nación contra otra
ni se adiestrarán más para la guerra.
¡Ven, casa de Jacob,
y caminemos a la luz del Señor!
Palabra de Dios.
SALMO 121, 1-2. 4-9
R. Vamos con alegría a la Casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor»!
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén. R.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor
-según es norma en Israel-
para celebrar el nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David. R.
Auguren la paz a Jerusalén:
«¡Vivan seguros los que te aman!
¡Haya paz en tus muros
y seguridad en tus palacios!» R.
Por amor a mis hermanos y amigos,
diré: «La paz esté contigo.»
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad. R.
La salvación está cerca de nosotros
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 13, 11-14a
Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
ALELUIA Sal 84, 8
Aleluia.
¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación!
Aleluia.
EVANGELIO
Estad prevenidos para que estéis preparados
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 24, 37-44
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Palabra del Señor.
Predicación
¡Feliz año nuevo!
Queridos hermanos, comenzamos un nuevo año litúrgico. En el inicio de este año nos preparamos para la venida del Señor transitando el tiempo de adviento, por eso estas semanas resonará la frase “¡Ven Señor Jesús!” en todas las celebraciones.
Podría resultarnos extraño que, en el primer domingo de adviento, preparándonos para la Navidad, la liturgia nos regale un evangelio que nos remite al final de los tiempos, a la parusía. Debemos recordar que la espera del Señor en el adviento no es solo prepararnos para la navidad, sino también prepararnos para la venida del Señor en Gloria y Majestad, como nos recordaba la solemnidad de Cristo Rey que celebramos el domingo pasado.
“Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.”
El Señor empieza con esta aclaración, por eso es necesario remitirnos al relato de Noe. En ese entonces el mundo se había olvidado de Dios. Y esto es la principal causa de la violencia por la cual Dios decide el fin de toda criatura (Gn 6). El olvido de Dios lleva al olvido del mismo hombre. Cuando ya nadie se preocupa por el otro, solo puede surgir la violencia.
“En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca.”
En ese entonces, parecía que todo estaba seguro, ya no habría nada nuevo. Hasta que el diluvio llegó, todos estaban “dormidos” en su olvido. Aquí es donde tenemos que poner nuestra mirada. ¿No estaremos los cristianos demasiado adormilados? El adviento viene a darnos un sacudón, a despertarnos del sueño. En los tiempos de Noe el olvido de Dios llevó a que la violencia reinara en todas partes. Cualquier parecido con la realidad actual, no es pura coincidencia. Hemos olvidado al Señor, lo hemos dejado a un lado de nuestra vida y hemos seguido viviendo con Dios al margen. ¡Hemos perdido la paz!
Es hora de despertar del sueño, de revestirnos de Cristo, de ser aquello que estamos destinados a ser: ¡cristianos!, es decir, otros cristos. Reflejar a Cristo con nuestra vida, con nuestras acciones, en casa, en el trabajo, en el colegio, en la calle… En fin, es hora de traer nuevamente la luz y la paz a nuestras vidas, recordar que Alguien nos ama y está siempre caminando a nuestro lado. Y que el amor se paga con amor.
¡Hemos sido y somos tan amados! Recordarlo nos ahorraría muchas penas, muchas soledades. Estamos colmados del amor de Aquel que dio su vida por nosotros. Es hora de llevar ese amor a todas partes, de comenzar a sonreír más, de comenzar a escuchar a quién se acerca a mi lado… Repitamos una y otra vez en este adviento ¡ven señor Jesús! para que, cuando llegue la noche santa de la navidad, podamos gritar a toda voz: ¡esta si es noche de paz!
Feliz nuevo año litúrgico, y que la paz del Señor esté hoy y siempre con ustedes.
Fray Cristian Yturre OP
Córdoba