Tercer domingo de Pascua
01 de mayo de 2022
Hch 5,27b-32.40b-41 | Sal 29,2.4.5-6.11.12a.13b | Ap 5,11-14
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 21,1-19
La clave del Evangelio de este domingo es el amor… Se nos habla del discípulo al que Jesús amaba, Jesús le pregunta a Pedro si lo ama y, finalmente, Jesús confiesa su amor por Jesús.
Pero detengámonos solamente en las siguientes palabras: «el discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡es el Señor!»». Este versículo nos revela algo muy importante para nuestra vida cristiana. Y es que el amor de Dios en nosotros, el amor con que Cristo nos ama, provoca en nosotros, causa en nosotros el reconocimiento de quién es Jesús.
Solamente aquel que acepta ser amado por Jesús puede reconocer a Jesús. Por eso es el discípulo amado el que reconoce inmediatamente al Señor, enseñándonos así cuál es el medio para alcanzar un profundo conocimiento de Cristo: dejarse amar profundamente por Él. Como decía San Juan Pablo II: no tener miedo de abrirle las puertas de par en par a Dios en nuestra vida. Para que él vaya conquistando cada uno de nuestros pensamientos, cada uno de nuestros deseos, cada uno de los latidos de nuestro corazón. Y de este modo, conquistando toda nuestra vida, podamos reconocer en ella a Aquel que nos amó y se entregó por nos notros.
Solamente aquel que acepta libremente el amor de Cristo es capaz de reconocer a Cristo. Solamente dejándonos amar por Dios podemos llegar a reconocer a Dios. Pues el rechazo de Dios, el olvido de Dios en que en estos días envuelve nuestra cultura no es más que un rechazo y un olvido del Amor. Nos cuesta dejarnos amar… En otras palabras, no queremos ser amados por alguien que es capaz de transformar toda nuestra vida. Porque sabemos que amor…, un amor tan grande como el de Dios por nosotros…, amor –como decía Santa Teresa de Jesús– se paga con amor.
El Evangelio continúa diciendo que «Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor». Y con esto concluimos hoy… Comprendiendo que el amor con que amamos a Dios no solo nos permite reconocer a Cristo sino que también, ese amor, aleja de nosotros toda duda, toda inquietud, todo temor respecto de Él. Jesús pasa a formar parte de nuestra vida no ya como un extraño que viene a quitarme cosas, a pedirme renuncias o a prohibirme determinadas conductas… Él pasa a ser el amigo de mi vida, el Señor de mi vida, el amor de mi vida. Y esto solo es posible para el que se deja amar por Dios.
A Jesús, queridos hermanos, no le interesa si Pedro lo conoce o no lo conoce… Le interesa saber si lo ama… Y por eso tres veces le pregunta lo mismo «¿Me amas?». Por eso hoy aunque no lo veamos, aunque no lo sintamos, aunque no entendamos, hoy y cada día digámosle a Jesús lo que nos propone el Evangelio: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Amén.
Fray Juan María Andrada OP
San Miguel de Tucumán