nov 6, Parábola del gran banquete

El rey es Dios

11 de octubre de 2020
Is 25, 6-10a | Sal 22, 1-3a.3b-4.5.6 | Flp 4, 12-14.19-20

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según Mateo 22, 1-14

En algunas parábolas ―queridos hermanos― el significado se extrae del conjunto del relato, sin dar mayor importancia a los elementos particulares, como por ejemplo la parábola del administrador infiel, del amigo que acude a medianoche o del rico que pensaba demoler sus graneros para construir otros más grandes. Pero en otras parábolas el significado emerge tanto del conjunto como del cada elemento; éstas son las mayoría, como la parábola de hoy. Analicemos, entonces, el significado de cada una de sus figuras.

El rey es Dios. El banquete de bodas de su hijo es la Nueva Alianza en la Encarnación, Pasión y Resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios. Los primeros invitados son el pueblo judío; y su negativa a asistir es su rechazo a Cristo. Los servidores enviados las dos primeras veces son los profetas maltratados y matados por los judíos carnales que eran incapaces de captar al Espíritu que hablaba por los aquellos profetas. El irse uno al campo y otro su negocio indica el apego a los bienes de esta vida transitoria y de este mundo vano, por culpa de lo cual se privaron a sí mismos de los goces de los bienes del cielo. Que el banquete esté preparado y que todo esté a punto indica la plenitud de los tiempos. La indignación del rey es la justicia de Dios según la cual castiga a los malos. Las tropas enviadas son el ejército romano ya que todo pertenece a Dios y la ciudad incendiada es el templo de Jerusalén destruido hasta el día de hoy. Que los invitados sean declarados indignos significa que el ser descendientes carnales de Abraham y circuncidados no vale nada para la salvación si no se posee la gracia. El nuevo mandato de invitar a todos los que se encuentren en los cruces de los caminos indica que Dios va a llenar el lugar vacío dejado por los judíos con hombres venidos de todos los pueblos paganos. Y los nuevos enviados son los Apóstoles y predicadores del evangelio que hasta el fin del mundo recorrerán los caminos invitando a todos.

Que la sala de bodas se llene de buenos y malos indica la plenitud de la generosidad de la Iglesia que en esta vida acoge en ella tanto a los buenos cristianos como a los malos cristianos sin expulsar a los malos sino sufriéndolos y soportándolos los buenos con la esperanza de que se conviertan y se salven. Pues no es -como muchos piensan- una afrenta para la Iglesia el acoger a los malos corrigiéndolos con paciencia sino un signo de su maternidad amorosa. Mucho más fácil que soportar con longanimidad las calumnias a causa de los escándalos por los malos cristianos sería expulsarlos. Pero tal cosa se correspondería menos con el amor y la clemencia de Dios.

Finalmente, que el Rey mire a los convidados significa el juicio de Dios a cuyos ojos todo está patente y desnudo. El traje de fiesta es la gracia de Dios que hace justos y santos ante él y que nos da la alegría de la vida eterna. Y que el que carece del traje de fiesta sea arrojado afuera indica que nadie se salva sin la gracia de Dios. La cual nos conceda generosamente el mismo Dios para que en el día del juicio nos encontremos no solamente entre los llamados sino en el número de sus elegidos.

Fray Álvaro María Scheidl OP
San Miguel de Tucumán, Argentina

Imagen: Parable of the Wedding Feast | Artista: Andrey N. Mironov | Fecha: 2014

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