25 de abril de 2021
Hch 4, 8-12 | Sal 117, 1.8-9.21-23.26.28.29 | 1Jn 3, 1-2
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 10, 11-18
Queridos hermanos
La Iglesia celebra el Domingo del Buen Pastor y eleva súplicas por las vocaciones que harán el oficio del Pastor tan grande y lleno de bondad que es Cristo Jesús. Este Domingo glorioso contiene una gran riqueza de significado. La misma se debe a la convergencia que se da entre la Palabra de Dios, la acción litúrgica y el tiempo pascual que atravesamos. La figura del pastor, relevante en demasía para la Sagrada Escritura, se manifiesta en toda su Verdad y Claridad a la Luz del misterio de Cristo, a la luz del misterio de Cristo muerto y resucitado.
Jesús nos dice: “Yo soy el Pastor, el Hermoso”-sería una traducción literal a las palabras griegas del Evangelio según san Juan. Las traducciones que solemos usar refieren como el “Buen Pastor”. Hermosura y bondad brotan de una misma palabra: καλὸς (kalós). Esto es porque la Belleza refiere al bien, belleza que no sólo es estética sino que principalmente es la plenitud del Ser, de la Verdad, de Cristo Jesús. Vivimos en un mundo que considera la belleza como algo meramente estético, y que ha abandonado y despreciado la belleza del bien, la belleza de la vida virtuosa, la belleza de la Verdad y del Amor. Por ello dijo san Juan Pablo: “Este mundo en el que vivimos necesita de la belleza para no hundirse en la desesperación”.
Al contemplar a Cristo Jesús, la Verdad Encarnada, a la luz del misterio Pascual se nos manifiesta la Belleza del Bien, la Belleza del Amor, en cuanto a su ser y su obrar. Él es pastor bueno y hermoso que obra como tal. Por su obrar bueno y hermoso conocemos un poco más de la plenitud de su ser Divino. En primer lugar, Él conoce sus ovejas, las llama por su nombre. Manifiesta así su conocimiento y familiaridad con las ovejas, ya que antiguamente se llamaba por el nombre a quienes se conocía familiarmente, principalmente a los amigos, y conocer el nombre de alguien implicaba posesión o pertenencia. Cristo conoce a sus ovejas – a sus amigos- desde la eternidad, nos llama a la existencia desde la eternidad. Él inicia un diálogo amoroso con sus creaturas.
En segundo lugar, la acción del pastor consiste en el cuidado las ovejas. Es decir, sacar, apartar las ovejas de aquello que pueda hacerles daño. Separar las ovejas del lobo. Segrega a las ovejas de la compañía de los incrédulos, de los ateos, del error, de la mentira, de los impíos. Apartar a las ovejas de la oscuridad de la muerte es su tarea y por Cristo hemos sido rescatados al precio de su Sangre, segregados de la muerte con su muerte es que obtuvimos la Vida.
En tercer lugar, el pastor precede a las ovejas con el ejemplo de la buena conducta, va delante de ellas y ellas lo siguen. Apacienta el rebaño, no lo domina, sino que lo sirve con su ejemplo. Busca a la descarriada y la invita a seguirlo nuevamente ¡hasta le ofrece sus hombros para cargarla! Cristo en su misericordia nos brinda el ejemplo de sufrir a causa de la Verdad abrazando la Cruz, bebiendo el Cáliz dado por el Padre y además nos precede a todos en la vida eterna. Nos indica y abre el camino del sufrimiento redentor que culmina en la gloria eterna.
Finalmente, la característica fundamental del Pastor bueno y hermoso es dar la vida por sus ovejas. La imagen que emplea Cristo evoca al Siervo Sufriente y que está implícitamente presente en la multiplicación de los panes, preludio del banquete eucarístico. De este modo, nos transporta directamente al centro, al culmen de la revelación de Dios como pastor de su pueblo. El centro y culmen de la revelación es él mismo –Cristo Jesús-, quien muere en la cruz y resucita de entre los muertos al tercer día. Muere en la Cruz por sus ovejas, su carne y su sangre son los nuevos pastos de la Vida para ellas. Alimentadas de Cristo muerto y resucitado descansan ahora y siempre en verdes praderas.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Es el anuncio y saludo Pascual. Cristo Jesús ha resucitado con toda su humanidad, y es por esto que nos involucra, a cada uno de nosotros, a la humanidad y la creación entera, en su paso de la muerte a la vida. En la Pascua de Cristo se realiza de manera plena y definitiva la obra pastoral de Dios para con nosotros ¡su obra es sacrificial! Y por ello, tanto el Buen Pastor como el Sumo Sacerdote se identifican en Cristo Jesús quien ha dado su vida por nosotros.
Jesús insiste en la característica esencial del verdadero pastor que es él mismo: dar la propia vida. Y aclara que por el hecho de dar libremente la propia vida es que el Padre lo ama. Este es el rasgo esencial del pastor tal como Jesús lo interpreta en sí mismo, al modo de la voluntad del Padre que lo ha enviado. La bella imagen bíblica del rey como pastor tiene lugar aquí. El rey y pastor rige al pueblo de Dios, lo mantiene unido y lo guía, y esta función real también se realiza plenamente en Jesucristo en su dimensión sacrificial. Se realiza en el misterio de la Cruz, en el acto supremo de humildad y de amor oblativo.
Necesitamos del Buen Pastor, necesitamos pastores que no teman a los lobos, pastores que no se pastoreen a sí mismos, pastores que no teman dar la vida por sus ovejas. Por ello la Iglesia eleva sus plegarias este Domingo, pidiendo al Señor por las vocaciones para que sean verdaderos pastores al modo del único, bueno y hermoso Pastor quién no temió abrazar la Cruz. ¡Es que por medio de la Cruz –querido hermano- nosotros, ovejas de Cristo, somos reunidos en un solo y único redil y destinados a las eternas moradas!
Fray Francisco Giuffrida OP
Mendoza, Argentina
Imagen: El Buen Pastor | Fecha: siglo II | Ubicación: techo de las catacumbas de San Calixto – Roma.