Domingo XXVI
25 de septiembre de 2022
Am 6,1.4-7 | Sal 145,7.8-9.9-10 | 1Tm 6,11-16
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 16,19-31
Este domingo contemplamos la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro. Una parábola con dos escenas contrapuestas unidas por una cosa en común: un abismo. Este es claro en la segunda parte de la misma, cuando el rico, en medio de los tormentos, ve a Lázaro junto a Abraham y le pide una gota de agua. Hay un abismo que separa a Lázaro del rico en su miseria. Pero ese abismo también se percibe en la primera parte del relato, donde ese pobre no tenía ni migas para comer y saciar su hambre, mientras que el rico banqueteaba todos los días sin percatarse del pobre a sus puertas.
Pero hay algo más en lo que deberíamos detenernos antes de emitir nuestro juicio contra ese hombre rico. Debemos preguntarnos sobre el mal que ha hecho. ¿Dice que es un rico que explota a los trabajadores? ¿Consiguió su fortuna estafando a otros? ¿Está alejado del templo y de su fe? Claro que no. No dice nada de esto e incluso, en medio de los tormentos, llama Padre a Abraham.
El gran problema del rico no es su maldad. En ninguna parte del relato dice eso. El gran problema del rico no fue obrar el mal, fue olvidarse de que eso no es suficiente. No basta con no hacer el mal, es necesario aprender a obrar el bien.
¿Cuántas veces en mi examen de conciencia me digo “no he hecho el mal a nadie”? Cuando en realidad la pregunta que debería hacerme es si he hecho todo el bien que podía. Hay un abismo tan grande entre cumplir y amar. El que ama no se contenta con no hacer el mal, el que ama necesita hacer el bien, su corazón quema cada vez que ve la necesidad en su puerta.
Nuestra sociedad, como en ese entonces, esta dormida, enferma de omisiones. Los cristianos, en no pocas ocasiones, nos contentamos con no hacer el mal y nos dormimos para hacer el bien. Nos hemos acostumbrado a cumplir leyes y preceptos y nos hemos olvidado del amor. ¿Amo realmente a aquel que debe ser amado sobre todas las cosas? ¿Cómo no soy capaz de ver que mi hermano se muere de hambre a mi puerta?
San Juan de la Cruz nos recordaba que al final de la vida seremos examinados en el amor; no se nos preguntará cuántas cosas hicimos, sino cuánto hemos amado. El rico de la parábola olvidó esto, olvidó el amor, y por eso fue condenado. Olvidó que existe un abismo entre no hacer el mal y el obrar todo el bien posible. Tanta diferencia como la que existe entre el hielo del fuego. El hielo de nuestra alma adormilada que no obra el mal y se queda tranquila en si misma y el fuego del amor en las almas santas que se consumen haciendo el bien.
Es hora de despertar, es hora de pelear el buen combate de la fe y conquistar la Vida eterna.
Fray Cristian Yturre OP
Córdoba
Imagen: El pobre Lázaro y el rico epulón | Autor: Codex Áureus de Echternach | Fecha: 1030-1050 | Ubicación: Museo Nacional Germano de Núremberg