Liturgia de la Palabra
Fortalecido por ese alimento caminó hasta la montaña de Dios
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 1-8
El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: «Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos». Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente.
Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!» Se acostó y se quedó dormido bajo la retama.
Pero un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.
Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!»
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 33, 2-9
R. ¡Gusten y vean que bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: Él me respondió
y me libró de todos mis temores. R.
Miren hacia Él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en Él se refugian! R.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 30-5, 2
Hermanos:
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
Palabra de Dios.
ALELUIA Jn 6, 51
Aleluia.
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente», dice el Señor.
Aleluia.
EVANGELIO
Yo soy el pan vivo bajado del cielo
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41-51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo?»»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
«Todos serán instruidos por Dios».
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza,
viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Palabra del Señor.
Predicación
No es que alguien haya visto al Padre,
sino aquel que ha venido de Dios, ese ha visto al Padre.
Hay un alimento para el cuerpo y hay un alimento para la mente. “No solo de pan vive el hombre sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt 8, 3). En el hombre hay una vida que necesita ser alimentada para sostenerse y crecer. Su alimento es el pan de la sabiduría de la Palabra de Dios. Jesús declara que él mismo es ese alimento. Él es ese pan bajado del cielo, salido de la boca de Dios, en quien está contenida, como en un pan espiritual, toda la verdad de Dios necesaria para nuestra vida.
Dice: “serán todos enseñados por Dios”. El Antiguo Testamento fue enseñado por medio de los profetas, en cambio en el Nuevo Testamento somos instruidos por el mismo Hijo de Dios: “uno solo es vuestro maestro, el Cristo” (Mt 23,10). Serán todos enseñados por Dios, no solo por la doctrina externa que viene de Dios, sino que también es el mismo Dios quien nos enseña interiormente.
El Padre habla y enseña por medio de su Hijo. Por eso dice: “Todo el que oye al Padre y aprende viene a mí”. ¡Cómo me gustaría estampar estas palabras delante de aquellos que afirman que se puede buscar la verdad sin acercarse al Hijo! Como si los hombres pudieran convivir pacíficamente en la verdad sin referencia alguna a Jesucristo. Tal pretensión no es sino soberbia. Quien escucha la voz de Dios se acerca necesariamente a Jesús. Pues quien busca la verdad se acerca a quien es la Verdad. Es en Cristo donde se reúnen todos los verdaderos amantes de la Verdad. Dice “el que oye y aprende”, porque hay algunos que oyen, pero no quieren aprender. Así, hay tres grupos: los que oyendo aprenden, los que oyen pero no aprenden y los que ni oyen ni aprenden. Que no hay nadie que aprenda sin oír, lo dice el mismo Señor: “nadie viene a mí, si mi Padre no lo atrae” y “serán todos enseñados por Dios”. ¿Y cuál es la diferencia entre oír y aprender? Que oír implica solo la noticia; aprender, en cambio, el asentir con la inteligencia a lo oído, abrazarlo con el afecto y hacerlo carne en las obras. Es así como vamos al Padre: conociendo la verdad, inflamándonos en el afecto del amor e imitando sus obras.
¿Pero cómo es que todos son enseñados por Dios? ¿Acaso son instruidos directamente por medio de una visión? ¿Acaso alguien vio a Dios para contarlo? Para que nadie piense eso agrega: “No es que alguien haya visto al Padre”. ¿Y, entonces, cómo son instruidos por Dios si nadie lo ha visto? “Aquel que ha venido de Dios, ese ha visto al Padre”. Jesús, el Hijo de Dios, es el único que ha visto totalmente al Padre; no hay nada de Dios que Cristo desconozca, nada de él que se le oculte. Nadie podría jamás decir o enseñar algo de Dios que Jesús no sepa. Desde toda la eternidad él es feliz viendo al Padre. Y en el tiempo, cuando se hizo hombre por nosotros, recibió desde su concepción la plenitud de gracia y de verdad como Hijo amadísimo. Así, toda su vida transcurrió en la contemplación íntima del Padre, sin jamás separarse de él. Todas las obras de nuestra redención fueron hechas por Jesús de cara a la presencia amorosa del rostro de Dios. Efectivamente, vino a revelarnos el rostro del Padre. Y se nos ofrece como alimento espiritual. En su cuerpo están contenidos, como en un pan espiritual, todos los tesoros de la sabiduría y ciencia de Dios. Verdaderamente él es el pan bajado del cielo.
Fray Álvaro María Scheidl OP
Santiago del Estero