Día noveno

Reflexión
El santo Rosario, oración para los tiempos difíciles Pueden darse, en la vida del hombre y de la sociedad, dos actitudes frente al mal: una meramente pasiva y de pura resignación, otra de resistencia y combate. Para el cristiano que asume la primera, la oración constituye un refugio; mas, si es sólo eso, corre el riesgo de convertirse en una evasión y en un aislamiento y éste es inhumano; por tanto, su oración será desconfiada, incorrecta y superficial (“Hombres de poca fe, ¿por qué habéis dudado?”). Para el que asume la segunda, en cambio, la oración es un arma eficacísima para contrarrestar la audacia o perspicacia de los agentes del mal. En los momentos difíciles, más que en los otros, la oración del cristiano debe gozar de esta segunda característica; es precisamente en esos momentos cuando ha de crecer en la esperanza y confiar en la Providencia. Cito algunas expresiones de los Papas, casi al azar y sin preocuparme siquiera de su orden cronológico, pues no altera su contenido. En ellos subrayan con insistencia esta propiedad del santo Rosario, oración del militante: “Es un arma poderosa para la defensa del individuo, de la sociedad doméstica y de la Iglesia toda”…”Es un arma contra la corrupción, los vicios y los males de este tiempo”, “… Se instituyó especialmente para implorar la protección de María contra los enemigos del cristianismo” (León XIII). “… El pueblo se enfervoriza, los hombres se convierten, las herejías se disipan y (el Rosario) hace brillar la luz de la fe” (San Pío V). “… Es arma de defensa de la Iglesia contra los heresiarcas y las perniciosas herejías” (León X). “… Obtiene de Jesucristo el socorro contra los peligros…, apacigua la cólera de Dios e implora la intercesión de María” (Gregorio VIII). “… Es la forma más a nuestro alcance para agradar a la Virgen y atraer su protección,… es la reparación por la profanación y los sacrilegios de los ateos… remedio para los males de nuestro tiempo e instrumento de pacificación colectiva… ayuda eficaz para los perseguidos” (Pío VII). “… Es la oración especial para las grandes necesidades y aflicciones de la humanidad (Juan XXIII).

Tiempos difíciles, corrupción, vicios, herejías, profanaciones, sacrilegios, necesidades y aflicciones, guerras, odio, muerte, enemigos del cristianismo, etcétera, ¿son todos esos males extraños a nuestro tiempo? Y si hoy se dan —tal vez con mayor virulencia— ¿tiene o no vigencia todavía el santo Rosario? “Oración —dicen los Sumos Pontífices— instituida especialmente a causa de estos males”.

Mas no sólo debemos tener en cuenta los males sociales, también existen los de la propia historia personal de cada uno de nosotros: las tentaciones, el pecado, los errores. No apartaremos de nosotros todo ello con recursos meramente psicológicos; pero sí lo haremos con la recitación del santo Rosario. ¿Ilusoria esperanza? ¿Espiritualismo simplista? Antes de decidir dar una respuesta afirmativa a estas preguntas, experimente quien así piensa, el rezo diario del santo Rosario, y sólo después de un tiempo decida responder según le enseñe esa experiencia. Cuando los males afligen, buscamos instintivamente el consuelo y la protección. Pero, ¿pueden darnos eso los hombres y sus pequeñas demostraciones de afecto y comprensión? Sólo las Personas Divinas son nuestro verdadero consuelo, enseñan las Sagradas Escrituras. El Rosario nos lo demuestra.

Oración
¡En la hora de nuestra muerte, Madre de Dios, ruega por nosotros! Tú que como Reina del cielo eres vida, dulzura y esperanza nuestra, afianza nuestra fe en la vida eterna. Madre de Cristo y Madre nuestra, que por la meditación de los misterios de tu Hijo en tu santísimo Rosario obtengamos la gracia de la perseverancia y el don inmerecido de la visión de Dios que, como siervos inútiles, esperamos de su misericordia.

Fray Domingo Basso OP

Oración para todos los días
¡Santísima Madre de Dios, Nuestra
Señora del Rosario! Humildemente
suplicamos tu auxilio para vivir en fidelidad a
la gracia de Dios. Ayúdanos a ser, según tu
ejemplo, tierra buena donde la semilla de la
Palabra de tu Hijo dé mucho fruto. Estas
gracias especialmente te pedimos, oh Madre
nuestra, que deseamos alcanzar por tu
intercesión.

En silencio cada uno expresa su petición.

Todo sea, Señora nuestra, para alabanza y
gloria de la Santísima Trinidad. Amén.

Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

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