Domingo de la Divina Misericordia
24 de abril de 2022
Hch 5,12-16 | Sal 117,2-4.22-24.25-27a | Ap 1,9-11a.12-13.17-19
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 20,19-31
¡Cristo verdaderamente ha resucitado! ;Aleluya!, es la noticia que la Palabra de Dios hoy, segundo Domingo de Pascua, nos anuncia, mostrándonos las experiencias de fe vividas por los apóstoles, cuando en medio de situaciones de sufrimiento y adversidad, percibieron en sus vidas, la manifestación del Señor Resucitado, vencedor de la muerte, presente en medio de ellos, para protegerlos, animarlos y guiarlos en la misión de predicar el Evangelio a toda la gente.
Claro que la forma de presencia del Señor, fue de una manera distinta a su presencia física. Después de Resucitar, se hace presente en el Espíritu Santo, es una presencia espiritual, por eso sus discípulos no lo ven en carne y hueso, pero lo perciben espiritualmente en visiones, como la visión narrada en la segunda lectura del libro del Apocalipsis, que tuvo el apóstol Juan al ver a Cristo triunfante, derrotando a la muerte que es el pecado, con el poder de su vida y su amor Esta es la Buena Noticia que el apóstol se encarga de anunciar con plena convicción de fe y esperanza, a pesar de que en ese momento, sufre persecución y destierro en Patmos, por causa de su fidelidad a Cristo y su Evangelio. Cristo Resucitado, el primero y el último, el alfa y el omega, rescata todas las formas de vida creadas por Dios, y las lleva a su plenitud, en especial, la vida de los seres humanos, a quienes Ilama a dar continuidad a lo que El inició por medio de Jesús Mesías en Galilea junto a sus doce apóstoles.
Igual que a sus primeros seguidores, el Señor Resucitado, se nos aparece también a nosotros para fortalecer nuestra fe, liberándonos de nuestros miedos e inseguridades -como lo muestra el evangelio de hoy-, para asentarnos en la verdad de su amor, y la certeza de su presencia, que se nos revela cuando somos capaces de construir vida y convivencia humana, vida comunitaria, vida en amistad y vida en familia, con amor. Allí donde a pesar de nuestros límites humanos hay esfuerzo por construir relaciones en la verdad, el amor y la fidelidad, allí el Señor se hace presente en medio nuestro en los momentos buenos y en los momentos duros y conflictivos, para serenarnos y darnos su paz, de modo que en toda situación actuemos y nos relacionemos en paz. Por eso, del mismo modo como el Señor se dirige a sus discípulos al aparecérseles cuando estaban a puertas cerradas, por miedo a los judíos, y les da su Paz, así también a nosotros nos da su Paz, que no es otra cosa que la plenitud de amor y prosperidad integral de vida que logramos cuando compartimos la vida.
El rostro de Cristo Resucitado y su presencia, son espirituales, pero se hacen visibles en el cuerpo que formamos como comunidad, cuando hacemos la vida en comunión, compartiendo lo que somos y lo que tenemos, y siendo solidarios con los mas pobres, los necesitados y los enfermos, tal como lo atestigua la lectura de los hechos de los Apóstoles con el apóstol Pedro, atendiendo enfermos igual como lo hizo Cristo. Si nosotros hoy nos volcamos a compartir así la vida con amor, en especial con los más necesitados, entonces podremos proclamar con toda autoridad, -como lo hicieron los primeros discípulos y apóstoles-, que Cristo verdaderamente ha Resucitado, ¡Aleluya!
Fray Miguel Ángel Ríos OP
Santiago de Chile