Beato Jordán de Sajonia, presbítero

Breve historia

Nacido a finales del s. XII en Burgberg (Westfalia) de la familia de los Eberstein, estudió teología y enseñó más tarde en la universidad de Paris. En el verano del 1219 tuvo su primer encuentro con santo Domingo que le contó la curación milagrosa de Reginaldo y lo conquistó para su de pobreza y apostolado. Por el momento Domingo le propone recibir el diaconado y entró en la Orden, cuando os meses mas tarde Reginaldo llegó a Paris, el 12 de febrero del 1220, miércoles de ceniza, en el convento de Santiago. Participa en el capitulo general de 1220 y en el de 1221 ya fue nombrado provincial de Lombardía. Es elegido Maestro de la Orden al año siguiente. Ningún otro como él comparte con Domingo la gloria de la difusión y consolidación de la Orden.

Fue muy activo y eficaz y se le atribuye la fundación de 204 conventos y la captación de un millar de vocaciones. Promovió eficazmente la canonización de santo Domingo y estuvo presente a la apertura de la tumba la noche entre el 23-24 de mayo del 1233 en Bolonia. Cuando estando en Estrasburgo supo que el Papa había promulgado en Rieti la bula de canonización de santo Domingo el 3 de julio de 1234 escribe, lleno de incontenible entusiasmo, una carta a toda la Orden. Aparte de su epistolario a las monjas del monasterio de santa Inés de Bolonia y otros escritos doctrinales; sobre todo nos ha dejado la mejor biografía de santo Domingo en su obra sobre los Orígenes de la Orden, escrita entre 1233-1234. Visitó con asiduidad las provincias de la Orden; redactó sus segundas constituciones y en sus quince años de trabajo fue modelo de vida equilibrada, de gran previsión, de concisión, de exactitud y de piedad. Al beato Jordán se debe el canto de la Salve al final de Completas, uso que de Ia Orden se extendería a toda la Iglesia Y es un indicio claro de su piedad mariana. Ha sintetizada el ideal dominicano, como él lo vivió, en estas cualidades: «Vivir modestamente, estudiar y enseriar.»

Cuando fue a visitar la provincia de Tierra Santa encontró la muerte en un naufragio cuando volvía del viaje el 13 de febrero de 1237. Su cuerpo, recuperado del mar, fue enterrado en San Juan de Acri. Celebrado su culto por los frailes y los fieles fue confirmado por León XII el 10 de mayo de 1826. El capítulo general de 1955 lo declaró patrón de la obra de vocaciones dominicanas. 

Liturgia de las Horas

Oficio de lectura

Segunda lectura
De la obra Orígenes de la Orden de Predicadores del MO beato Jordán de Sajonia

(Nn. 69, 75, 86-87, 110, 120: MOPH 16, Romae. 1935, pp. 57, 60, 66-67, 77, 81; en Santo Domingo, BAC, Madrid 19873 , pp. 106, 108, 112-113, 120, 122-123)

Despojándonos del hombre viejo, nos revestimos del nuevo

Entre tanto, habiendo venido y predicado briosamente en París fray Reginaldo, de feliz memoria, prevenido yo con la gracia divina, concebí el propósito y después en mi interior hice voto de abrazar esa Orden, creyendo haber hallado la senda de mi salvación, según la había imaginado muchas veces deliberando en mi ánimo antes de conocer a los frailes.

Una vez afianzado en mi propósito, comencé a trabajar con todo ardor por persuadir al compañero y amigo de mi alma, fray Enrique, a que hiciera el mismo voto. Veíale por su natural y buena disposición aptísimo para el ministerio de la predicación.

Al llegar el día en que con la imposición de la ceniza se recuerda a los fieles su origen y su retorno al polvo, determinamos nosotros, como digno principio de penitencia, cumplir lo que habíamos prometido al Señor. Nada sabían aún nuestros compañeros de hospedaje. Saliendo, pues, fray Enrique de la posada, preguntóle uno de los compañeros: « ¿Adonde vas, don Enrique? ». « Voy a Betania », contestó. Nada entendió entonces aquél de lo que con esa palabra quería dar a entender; comprendiólo con la explicación del suceso al conocer su entrada en el convento, pues Betania significa: casa de obediencia.

Llegados los tres, fray Enrique, fray León y yo, juntos al convento de Santiago mientras cantaban los frailes la antífona Immutémur hábitu nos colocamos en medio de ellos de improviso, pero con oportunidad, y despojándonos del nombre viejo, vestimos allí el nuevo para que lo que ellos cantaban fuese en nosotros una realidad.

El año del Señor 1220 se celebró en Bolonia el primer capítulo general de la Orden, al que asistí personalmente, enviado de París con otros tres frailes. Porque el Maestro Domingo en su carta había ordenado que fueran enviados cuatro frailes de París al capítulo de Bolonia. Cuando recibí el mandato de asistir, aún no llevaba dos meses en la Orden. En aquel capítulo por común acuerdo de los frailes se estableció que los capítulos generales se celebrasen un año en Bolonia y otro en París, quedando en que el año siguiente se celebrara en Bolonia. Se ordenó también que en lo sucesivo no tuviesen nuestros frailes posesiones o rentas y que renunciasen a las que tenían en tierras de Tolosa. Otras muchas cosas se determinaron allí, que hasta hoy se observan.

El año 1221, en el capítulo general de Bolonia, me impusieron el oficio de prior provincial de Lombardía. Cuando llevaba un año en la Orden y las raíces no habían ahondado lo suficiente, me pusieron a gobernar a los demás, siendo así que no había aprendido a regir mi vida imperfecta. En este mismo capítulo se envió una comunidad de frailes a Inglaterra, con fray Gilberto por prior. No estuve presente en dicho capítulo.

Después de la muerte del Maestro Domingo sucedió que había en Bolonia un tal fray Bernardo atormentado por un cruel espíritu, hasta el punto que de día y de noche se agitaba violentamente, causando gran desconcierto entre los frailes. No hay duda que esta tribulación venía dispuesta por la misericordia divina para ejercitar la paciencia de sus siervos. Esta vejación tan cruel de fray Bernardo fue la causa que nos movió a ordenar en Bolonia se cantase después de Completas la antífona Salve Regina. De esta casa empezó a propagarse por toda la provincia de Lombardía y al fin en toda la Orden se impuso tan piadosa y saludable costumbre. ¿Cuántas lágrimas de devoción no arrancó esta alabanza de la santísima Madre de Cristo? ¿Cuántos afectos no conmovió al cantarla o al escucharla, qué dureza no ablandó y a quién no excitó piadosos deseos en sus corazones? ¿O no creemos que la Madre de nuestro Redentor gusta de tales alabanzas y se recrea con estos elogios? Contóme un varón religioso y fidedigno haber visto con frecuencia en espíritu mientras los frailes cantaban: Ea, pues, abogada nuestra, que la Madre de Dios se postraba ante la presencia de su Hijo rogándole por la conservación de toda la Orden. He querido recordar esto para excitar más en el futuro la devoción de alabanza hacia la Virgen en los frailes que esto lean.

Responsorio                                                                                                            1 Co 1, 17-18. 20
V. Me envió Cristo a predicar el Evangelio, no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. * El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; para los que están en vías de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios.
R, Y como en la sabiduría de Dios el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. * El mensaje de la cruz.

La oración como en Laudes.

Laudes

Benedictus, ant. Continuamente dio pruebas de que era servidor de Dios en fatigas, noches sin dormir y días sin comer, en proceder con limpieza, con saber, con paciencia y amor sincero.
O bien, especialmente con canto , ant. Buscad más bien su reino y su justicia y lo demás se os dará por añadidura. 

Oración
Oh Dios, que hiciste insigne al bienaventurado Jordán por el amor a las almas y por la eficacia en extender nuestra Orden; concédenos, por sus méritos y ejemplo, anunciar con fidelidad el camino de la salvación y contribuir continuamente a la expansión del reino de Cristo con un ardor como el suyo. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Magníficat, ant. Hablaba y anunciaba al Señor Jesús y la mano del Señor estaba con él.
O bien , especialmente con canto : ant. El pueblo cuenta su sabiduría, la asamblea pregona su alabanza. 

La oración como en Laudes.

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