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«Daré la mitad de mis bienes a los pobres»

Domingo XXXI

 

30 de octubre de 2022
Sab 11,22-26.12,1-2 | Sal 144,1-2.8-9.10-11.13.14 | 2Te 1,11-12.2,1-2

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 19,1-10

“Era de baja estatura”. Zaqueo éramos nosotros, vencidos por nuestra pequeñez; pero Zaqueo, alzándose por encima de sí mismo pudo ver a Cristo, y luego recibirlo en su casa.

Porque para ver a Cristo es necesario elevarnos; “un petiso subido a los hombros de un grandote puede ver más allá del grandote”. De allí la necesidad de la Revelación, por sobre la cual nos elevamos, para así vivir la vida del Reino de Dios.

Pero desde el principio hubo quienes miraban a Cristo con miradas sólo humanas: comenzando por los apóstoles, que esperaban que Cristo restauraría el Reino e Israel; como Arrio, que no supo aceptar el misterio de la Santísima Trinidad; como pasa tantas veces, que queremos acomodar la Religión y el Evangelio a la mundanidad que nos rodea. Un cardenal reclama por un Evangelio “sin exigencias ni prohibiciones”, un Evangelio tan inclusivo que bendice la homosexualidad, el adulterio, el socialismo, y cuántas cosas más; en cambio Zaqueo se trepó, para desde la Fe encontrar a Cristo; y desde la caridad: “daré la mitad de mis bienes a los pobres”; y desde la conversión: “si a alguno le he robado, le devolveré cuatro veces más”.

Cristo ha fundado la Iglesia para que nosotros, petizos, seamos elevados al plano de Dios, por el Espíritu Santo que con sus dones no hace pensar, querer y obrar al modo de Dios.

Como explica San Juan de la Cruz de la Virgen María: Ella nunca se movió por un mero pensamiento humano, sino que siempre se dejó llevar por el Santo Espíritu, que es quien nos santifica y nos diviniza.

Fray Rafael María Rossi OP
Mendoza

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