9 de mayo de 2021
Hch 10, 25-26.34-36.44-48 | Sal 97, 1.2-3ab.3cd-4 | 1Jn 4, 7-10
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 15, 9-17
Queridos hermanos:
Cristo es Legislador ya que él nos ha mandado el amor como nueva ley al decir: “éste es mi mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Ya en el Antiguo Testamento Dios por medio de Moisés había dado a conocer su ley de amor: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Dt 6,5), y también: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). Entonces, ¿el mandamiento del amor es nuevo o antiguo? Es nuevo y antiguo. Escuchemos al apóstol san Juan: “queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio. […] Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo” (1Jn 2, 7-8). ¿Cómo es que es nuevo y antiguo al mismo tiempo? Es antiguo, porque ya estaba contenido en ellos; en efecto, el amor con que se nos manda amarnos unos a otros es el mismo con el que se nos manda amar a Dios con todo el corazón. Y es nuevo, porque estaba como velado en qué consistía ese amor a Dios y al prójimo, pero ha sido revelado en plenitud por Cristo. “Este mandamiento de la caridad lo llamó nuevo el divino Legislador, no porque hasta entonces no hubiese ley alguna, divina o natural, que prescribiese el amor entre los hombres, sino porque el modo de amarse entre los cristianos era nuevo y hasta entonces nunca oído” .
Ahora bien, muchos son los tipos de amor, ¿de qué amor se trata? El amor es una complacencia en algo con una inclinación hacia ello. Por lo tanto, según sea esta complacencia y su inclinación serán las especies de amor. Si atendemos a las cosas inanimadas, observaremos que hay inclinaciones en ellas: el agua de la lluvia cae buscando la tierra y dando vida a las plantas; las piedras y la tierra tienden a mantenerse unidas para formar un suelo y dar sustento. Y así podríamos decir de las otras cosas. Aun cuando estas cosas carezcan de conocimiento, podríamos hablar extrínsecamente y decir que la lluvia cae por un amor a la tierra y que la tierra se mantiene unida por un amor al sustento. De este modo se puede decir que el amor mueve al universo. No porque las cosas carentes de conocimiento se inclinen por sí mismas, sino porque Alguien inteligente y voluntario ha puesto en ellas, como ley natural, esas inclinaciones. Por encima de esto observamos también amor en los animales, que buscan alimentos, se aparean y se agrupan (ya sea en colonias, rebaños, cardúmenes o bandadas) cuidando a los de su misma especie y sintiéndose atraídos por ellos. Se trata de un amor según los cinco sentidos corporales que tiene por objeto cosas sensibles. Implica una afectividad o complacencia según la pasión y el sentimiento corporal. Por encima de éste está el amor racional humano que trasciende la corporalidad y es capaz de amar todo bien, no solamente lo corporal, sino también lo espiritual. El hombre puede tener amor a la verdad, al honor, a la patria, a la familia, a la religión o a la misma bondad. Éste es el amor en el cual se funda la amistad verdadera entre hombres semejantes.
Pero aún no hemos llegado al amor que nos manda Cristo. Notemos que él no dijo simplemente: “ámense los unos a los otros” sino que agregó “como yo los he amado”. Puesto que se nos manda amar como él nos amó, si desconocemos cómo nos ama Cristo no podemos conocer qué amor se nos manda. Y para saber con qué amor nos ama debemos saber quién es él. Él es verdadero Dios y hombre. Como Hijo de Dios posee en plenitud el mismo Amor Divino eterno e infinito; y se ha hecho hombre para comunicarnos ese mismo Amor Divino con el cual él es amado por el Padre. Por la gracia de Dios nosotros tomamos parte de ese Amor Divino para poder amar nosotros como él ama, con el amor con que él nos ama.
Éste es el amor que los cristianos llamamos caridad. Éste es el amor de condescendencia que no se retrae ante el desagrado ni se retiene celosamente, sino que se da gratuitamente. Siendo divino, puede todo: todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Y como el agua no puede mezclarse con al aceite, así la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa, no busca su propio interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal; ni se alegra de la injusticia, al contrario, se alegra con la verdad (1Cor 13, 4-7). Es fácil darse cuenta que la caridad no es envidiosa ni jactanciosa, pero ¿por qué se dice que es decorosa? Hay quienes piensan que el decoro no es una característica del amor, sino que lo consideran meramente como algo exterior y sin importancia, como si lo interior fuese lo único que cuenta. Notemos que el apóstol san Pablo dice: es decorosa. Decorosa en toda la conducta: en el comer, en el vestir y en el hablar. Como dice el proverbio: el modo de vestir, de reír y de caminar revelan lo que el hombre es (Eclo 19,30). De esta manera, quedan excluidos del amor la indecencia, las groserías, el morbo, los tratos poco respetuosos y las infidencias.
Dice también que no toma en cuenta el mal. Es decir, tiene una medida tan grande para los demás que está pronto al perdón sin guardar rencor ni hacer reclamos (o, como suele decirse vulgarmente, pasar factura). ¿Cómo es esto posible? Quien ama a Dios está adherido a un bien tan grande que ningún mal puede turbarlo. Comparado con lo que posee, todo lo demás es como nada.
Otra característica del amor es que se alegra con la verdad. ¡Bendito sea san Pablo por estas palabras! ¿No es infinito el número de los que en nuestro tiempo insinúan o afirman abiertamente que puede existir el amor al margen de la verdad o aún más en contra de ella? Extraviados que no atinan ni a pensar lo que dicen. La verdad es la alegría del amor. Por lo tanto, quien no se alegra de la verdad, no tiene caridad. Ni tampoco quien no se entristece por el predomino de la falsedad. ¿Cómo podría decirse que tiene caridad quien no se duele de que los hombres vivan extraviados en el error? Y si no tiene amor quien no se entristece por lo falso, ¿qué vamos a decir de quienes se alegran de la mentira? Dios nos guarde de ello –queridos hermanos- y nos lleve a todos por el camino de la caridad divina hacia la patria celestial, por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Fray Álvaro María Scheidl OP
San Miguel de Tucumán
Imagen: The Passion of the Christ | Fecha: 2004 | Film.