4 de abril de 2021
Hch 10, 34a.37-43 | Sal 117, 1-2.16-17.22-23 | Col 3, 1-4
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 20, 1-9
Sin duda, no hay mejor noticia para dar a cada persona de toda la tierra que esta. Es la antífona de introducción de la Misa de este día siguiendo al Salmo 138, 18.
Jesús, el Cordero Inmolado por TODOS y en lugar de cada uno de nosotros, ha resucitado y ahora está de nuevo con cada uno de nosotros.
No hay ignorancia más lamentable que no saber esto y no hay mayor ingratitud que ser indiferente a este hecho, trascendental y único en la vida y la historia de toda nuestra humanidad. La resurrección de Jesús de entre los muertos, es una muy mala noticia para los innumerables demonios que por eso se sienten vencidos totalmente y defraudados de lo que ellos pensaban lograr, que era aniquilar al Mesías-Cristo. Por el contrario, para el hombre pecador es la más grande y maravillosa noticia que podría oír. Jesús ha conseguido el perdón de nuestros pecados pagando por ellos con su terrorífica muerte y; al mismo tiempo, ha evitado el duro e interminable infierno que pesaba sobre todos los pecadores de todos los tiempos.
Cada Pascua, o sea cada Paso de Jesús, que celebramos cada año en la Semana Santa, nos recuerda y revive este acontecimiento central de nuestra fe cristiana: la muerte ha sido vencida y Cristo resucitado no solamente está ahora glorificado con la Santísima Trinidad, sino que como ya lo anticipaba el salmo citado “está con cada uno de nosotros”. No es una resurrección genérica y que beneficia solamente al género humano en general, sino que desde ese momento está de nuevo vivo, palpitante y a mi lado, es más dentro de mí.
Ya no hay soledad posible ni siquiera para el peor pecador o para el hombre más abrumado por el sufrimiento y el dolor humano: Jesús resucitado está en mí, junto a mí, dentro de mi alma. Bastará que solamente pida misericordia, mire al crucificado con fe y amor, para ser atraído hacia él. ¿Nada más? ¿Tan fácil es encontrarse con Cristo? Sí. ¡Totalmente fácil! No hay trámites, no hay molestos protocolos, no hay distanciamiento social. En él hay sólo amor. Por eso murió: por amor y por amor a mí. Un amor infinito que alcanza para redimir completamente a toda la humanidad, de modo que el que se condena es porque libremente él elige ese camino de infelicidad y desprecio del mayor amor del mundo: el de Cristo crucificado. Miremos al Cristo traspasado por la lanza del soldado y veremos su cicatriz cerrada. En ella bebamos el cáliz que nos embriaga de amor, como hacía Santa Catalina de Siena físicamente hablando.
Cristo Resucitado es amor puro, limpio, inagotable. No temas oh pecador en acercarte a él. Tu alegría será entonces incontenible. Cómo no decirte entonces: ¡Feliz Pascua!
Fray Diego José Correa OP
Mendoza, Argentina
Imagen: The Resurrection | Autor: Germain Pilon | Fecha: Siglo XVI | Louvre